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Arde Argentina

En los últimos 10 años, el planeta ha sido castigado por innumerables incendios que afectaron la vida de millones de habitantes tanto en el plano ambiental-ecológico como en el económico. Según la ONU esto es consecuencia del cambio climático y de los malos usos de los sistemas productivos, y estiman que para el año 2050, los incendios a nivel mundial, van a haber aumentado un 30% su frecuencia.


Obviamente nuestro país no escapa a esta situación. En los últimos años ha crecido enormemente el número de grandes incendios, tanto intencionales (por parte de productores), como también aquellos que comienzan por un descuido, un rayo, una explosión eléctrica, etc. En ambos casos, las sequías, condiciones climáticas como son los fuertes vientos o los arroyos secos que antes podían frenar el avance de las llamas, dificultan la situación, y hacen que el fuego se extienda a gran velocidad avanzando con todo lo que tiene a su paso.


El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, a través del Servicio Nacional del Manejo del Fuego, publica mes a mes un registro diario de incendios. Por ejemplo, el 28/2/22 hubo focos activos en Corrientes y en Bariloche; y, así, día a día. Pero, claramente, no basta solo con un registro si no existe una ley que regule el uso productivo de los suelos.


En el año 2020, Argentina fue el segundo país con mayor número de focos de incendios del mundo, un registro alarmante que fue señalado por el Monitoreo Mundial de Bosques. En ese año, se quemaron aproximadamente 400.000 hectáreas, siendo distribuidas en focos de mayor intensidad como lo fueron los registrados en los Humedales del Delta del Paraná, en las Sierras de Córdoba, y en el Monte Formoseño; y otros focos más controlados en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, San Luis, Misiones, Catamarca, entre otras.


Solo en el Delta del Paraná, se registraron 25.000 focos de incendios y se perdieron más de 100.000 hectáreas, 5 veces más que la superficie de la Ciudad de Buenos Aires. Destrozando así, gran parte de la biodiversidad del lugar, y lo más preocupante es que el 90% de los incendios en esta zona, fueron (y son al día de hoy) intencionales.


En el 2021, otro incendio importante que tuvimos fue el registrado en la Patagonia Argentina. Las llamas quemaron amplias zonas de El Bolsón, Lago Puelo y El Hoyo. Incluso el fuego alcanzó viviendas, y cientos de personas tuvieron que ser evacuadas, siendo miles de hectáreas las que se vieron afectadas.


El 2022, se inició con varios focos de incendios en el noreste argentino, catástrofe de una magnitud hasta el momento desconocida, incluso el gobierno lo consideró como “zona de desastre ecológico y ambiental”. Se identificaron 8 focos, siendo la provincia de Corrientes la más afectada.


Aproximadamente 800.000 hectáreas fueron consumidas por las llamas, esto equivale al 9% del total de su territorio (39 veces la superficie de la CABA). En esta zona se alberga el Parque Nacional Los Esteros del Iberá, una de las reservas de biodiversidad más importantes de Argentina, que obviamente, se vió afectada: humedales, grandes pastizales y bosques nativos; además especies como el ciervo del pantano, el aguará guazú, los capuchinos sufrieron las consecuencias.


Por otro lado, también está el duro impacto que fue para algunos productores rurales. 31.000 plantaciones forestales se perdieron, trabajo de meses y temporadas. Por lo tanto el impacto negativo no solo fue ecológico y ambiental, sino también económico. Bomberos de todo el país se trasladaron al lugar, incluso se recibió ayuda de Bolivia y Brasil, y miles de bomberos voluntarios.


Y para finalizar el 2022, vimos las llamas en Tierra del Fuego, en la Reserva Corazón de La Isla, dejando hechas cenizas más de 9.000 hectáreas de bosques nativos.


Actualmente la sequía en Argentina está nuevamente alcanzando niveles de alarma. En varias provincias, desde Tierra del Fuego, Chubut, Entre Ríos, Buenos Aires, la Ciudad de Buenos Aires, Chaco y Formosa, las altas temperaturas generaron nuevamente incendios devastadores . 


Ante esta situación tan crítica, habría que repensar la manera en que nos relacionamos con el medio ambiente, las formas de producción, quiénes y para quiénes se produce, transformar, de alguna manera, la conciencia colectiva. Pero parecería imposible, ya que esto deja en evidencia, las presiones de grandes grupos económicos, y la falta de voluntad política que ponga freno a la situación.





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